martes, 27 de octubre de 2009

La Vida

El otro día, camino hacia mi casa, paré atención a la cara de felicidad de un anciano que miraba embelesadamente a unos niños que jugaban con una pelota a un fútbol amistoso, donde no habían bandos ni riñas, sólo habían sonrisas y una energía imparable tras haber dejado las aulas de la escuela. En el silencio de aquel señor, postrado quieto, de pié delante de los niños, brillaban sus ojos llenos de recuerdos y, sin duda, una parte de él estaba jugando con ese balón. Me paré un buen rato expectante ante esa sincronía que atravesaba el espacio tiempo, me llenó ese momento de sabiduría que el caballero ya había alcanzado: saborear, respirar desde sus ancianos pulmones esa vitalidad, esa energía, esa destreza de movimientos, ya no alcanzables por su físico, pero sí recordados de otros tiempos. Quizás si, de vez en cuando, paramos un momento nuestras prisas y cogemos ese aliento fresco que reportan momentos felices, podamos favorecer nuestro bienestar y estar más preparados a improvistos. Después de todo ¿qué es la vida sino la suma de esos momentos? Podrías plantearte el reto de recoger, cada día un trocito, para sumar una gran felicidad, pues cuando lo vayas ejerciendo, verás como todo cambia hacia más de lo bueno...Será como si llevaras un trébol de la buena suerte pegado en la frente. La felicidad sostenida, da más de lo mismo. Nadie te la va a mesurar, más bien se te van a acercar para ser contagiados! Tómate tu dosis diaria, te va a sentar estupendo: ¡rejuveneces!
Os dejo con unas ligeras reflexiones acompañadas de unos bonitos escenarios.
Hasta pronto!


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