jueves, 4 de febrero de 2010

La prosperidad tiene mucho que ver con el cómo nos contamos las cosas.


En una filmación se enfoca una baldosa de las típicas del suelo urbano totalmente limada por el efecto del mar, redondeada, pero todavía con su forma original visible, recogida de la mano de un anciano en la arena de la playa explicando éste a las cámaras lo valioso que habría sido ese hallazgo en tiempos anteriores para poder formar parte de la creación de una barraca. Hablaba del objeto como de un valioso y sólido elemento mientras lo sostenía en alto con su mano y le brillaban los ojos de una especie entre nostalgia y expectación. El ejemplo muestra la emoción de esa persona trasladada a otros tiempos, una especie de añoranza,  junto a la postura actual de falta de queja y falta de creatividad.  Se captaba desde su expresión ese momento en el que entras en conciencia de lo que era y lo que es. De lo que antes unía a las personas en un proyecto común: buscar un lugar, crear un hogar desde lo que se encontraban por la calle. Se creaba un compartir, un buscar, un aprovechar lo que fuese, acompañado del talento de cada uno en lo que era más diestro. El objetivo era vivir bajo un techo y con su familia. Se trataba de reconstruir vidas de aquellos habitantes que buscaban su lugar dentro de un país dañado por la postguerra. Se formaban comunidades, lo que luego fueran barrios o barriadas, donde las mujeres también aportaban sus tareas a lo común, a la comunidad: cuidar, cocinar, coser, remendar…Todo era más elaborado, más personal, más relacional. No habían cerraduras, ni externas ni internas, se cultivaba el respeto y el apoyo mutuo. Compartían también la comida, desde lo que más tenían unos y menos otros; había quien conseguía legumbres, otros fiambres, otros telas, otros metales…
Si analizamos esto, lo que se define de aquí es que el trabajo en equipo genera más que el unitario. Que el modo en que nos contamos las cosas genera mayor o menor felicidad, es decir no se observa lo que se tiene y lo que se va adquiriendo, sino que se pone en el punto de mira lo que no se ha alcanzado todavía y que otros manejan, siendo una visión parcial, pues en esa tesitura se desconocen otras partes que quizás no manejen los otros.
Para ser próspero, primero uno se ha de sentir.  No me refiero a generar riqueza desde la nada, sino a vivir desde unos valores para sentirnos en abundancia, si lo miramos desde disponer de lo básico para vivir. El enfocarnos en la merma, generará más merma, dará lo mismo cuánto tengamos, pues no lo veremos. Se trata de un automatismo, como cuando estamos paseando sin ninguna prisa, o en la cola de un supermercado sin horarios y vamos acelerados y tensionados por el reloj. No nos permitimos pasear disfrutando del aire, del sol o la lluvia, del viento, de lo que nos rodea…ni lo vemos, seguimos corriendo y no sabemos por qué, más bien ni nos lo planteamos: vamos como autómatas hacia más de lo mismo.
Sin duda, el propósito de nuestros mayores, era el crear unos cimientos o pilares desde los que apoyarse y lograr el impulso hacia sentirse más prósperos, la acción de ir creciendo hacia sus deseos de obtener esa idea de vida que te permite identificarte. Cuestión muy diferente al desespero, la depresión, la indigencia, que desde siempre ha constituido una opción, sin embargo cada vez más se opta por ella, desde TODAS las clases sociales. Hoy en día, con mucho más (recursos, opciones, capital,…) nos cruzamos de brazos y cerramos de mente y esperamos, entre queja y queja, que venga algo o alguien a resolvernos la papeleta. También pretendemos sentirnos felices como si la felicidad fuera una suma de bienes materiales en la soledad, en la competitividad agresiva: yo tengo esto y no lo comparto, yo sé de esto y esto me puede dar más si no lo comparto,…ocultar, compartir a medias, reservar, transgredir.
Otra de las posturas que llego a la conclusión es la mayor libertad. Parece que cuanta más libertad tenemos, más obstáculos nos creamos, como si fuese un impedimento a nuestro avance. En todo hay tantas opciones que no vemos ni lo primordial: estudios, profesiones, carreras, trabajos, empleos, sociedades…Todo lo que, años atrás hubiera sido un “subidón” hoy en día se metaboliza como un empacho, donde todo te sienta mal y ya nada te sabe. Esto tiene una simple postura: coge el pastel a trozos y lo saborearás, disfrutarás y digerirás. Si enfocas de esta manera tu vida, paso a paso, desde lo que te hace sentir bien, tenga el nombre que tenga de profesión, de modo de vida, etc. te sentará bien y disfrutarás cada uno de sus pasos. De otro modo, tan sólo sobrevivirás y desperdiciarás la oportunidad de tantas cosas que están y siempre han estado ahí. La vida por sí sola es próspera, todo lo que hallamos en la naturaleza está en abundancia: aire, agua, plantas, animales, sol, lluvia…..Fíjate la magia y grandeza de la vida cuando tienes unas macetas en la terraza donde no cesan de crecer semillitas que se transforman en lo que llamamos “malas hierbas” y te regalan la visión y el espectáculo de algo que no has ejercido desde ti, pues aquellas plantas que estás cuidando y esmerándote, muchas veces, no logras que se adapten y mueren. Quizás el “adaptarnos” y sabernos en nuestro lugar sea la respuesta a muchas de nuestras preguntas. Crea tu mente próspera desde la gratitud de todo lo que ya tienes, y no te habías dado cuenta. Una vez te sientas, el elemento material será tan natural como el fluir de un río: be water my friend!!!
Hasta pronto!!

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