Hay noticias que nos siguen poniendo los pelos de punta.
En este enlace, leemos una de las que ya pensábamos
caducadas:
“Víctimas del machismo a los 15”
¿Educamos? ¿Nos educan? ¿Aprendemos? ¿Observamos? ¿Nos
cuestionamos? Son pasos que hemos de observar.
Cuando confiamos la enseñanza de nuestros hijos, hemos de
considerar que todo les afecta. No sólo aprenderán asignaturas, sino conducta,
actitudes, aptitudes, menciones potenciadoras (de grato reconocimiento) y
limitadoras (improperios que les merman la autoestima). Las bases, el pilar
sobre el cual forjarán su persona, no se nutren tan sólo del entorno, lo suyo
es que surjan del hogar, de ese lugar donde confíen y se sientan amados y respetados.
Los valores sobre los que fundamentan y hemos fundamentado
nuestro SER, vienen de lo que hemos percibido en el hogar, cuando salimos al
mundo exterior podemos notar diferencias y elegir, discernir, adecuar. Si no las
recibimos en casa, bajo el ejemplo, como “normal” (que viene de norma), ¿qué
arriesgamos, para luego quejarnos…?
Muchas veces trasladamos nuestra responsabilidad y labor a
la sociedad, al trabajo, a las situaciones, a las dificultades que montamos en
nuestra mente, una mente reactiva, no proactiva. Aquella que reacciona a tiro
pasado, no que se acciona, que está viviendo y saboreando el presente como una
labor diaria, tan sencilla como respirar.
Hacia el niño.-
¿Cómo se comporta este niño?
¿Qué lenguaje está utilizando?
¿De dónde habrá sacado estas ideas?
¿Por qué no hace lo que le digo?
¿Por qué no escucha?
Hacia la institución
educacional.-
¿Para eso pago yo al colegio? Menuda enseñanza…
¿Qué aprenden tantas horas de cole?
¿Por qué tantos deberes?
¿Qué pasa con las notas,…otro problema…?
Desde nosotros.-
Yo no llego a todo.
He de trabajar y encargarme de otras muchas cosas.
No me quedan horas.
Vaya fastidio que tengan fiesta, ¿qué hago yo ahora?
No tengo ganas de llegar a casa y enfrentarme a más
cansancio.
Me gustaría desaparecer un rato del mapa y que me dejaran en
paz.
Seguramente te sonarán o habrás escuchado alguna de las
frases anteriores. Mi pregunta, como coach, ¿te parece importante la cuestión?
Si lo es, ¿cuánto te implicas y resuelves, crees que es suficiente? Esto es
para tu reflexión, sólo tú tienes las respuestas J
Entendemos, desde nosotros, que cada tarea requiere una
temporalidad (unos estudios, carrera, el embarazo, un entrenamiento deportivo,
una dieta para equilibrar un peso…), un implante de hábitos (recordar que son
21 días seguidos de repetir la misma acción y a los 40 se automatiza), un
enfoque (enfocarnos, luego, pronunciar lo que queremos, no lo que no queremos),
por ejemplo “niño, no hagas esto”, esa no es una instrucción que lleve a lo que
creemos más óptimo en ese momento, lo suyo sería “vamos a probar a hacer esto”.
Ahí la mente del niño comienza a crear, directamente de la instrucción, sin
lugar a hacer cualquier otra cosa que no nos convenga. Tal vez pensemos que son
adivinos. O que hacen las cosas para
molestarnos… Ahí hago un guiño y pregunto: ¿Quién es el adulto?, ¿quién
es el que conduce?
Por supuesto que hablo de generalidades, hay casos en los
que la ayuda profesional se necesita por ser una situación que se nos escapa de
las manos, que nos supere o que no sabemos solucionar.
Cada uno somos especiales y un conjunto de células con
identidad propia, que se ha nutrido de infinidad de imputs, de slogans, de
sensaciones, del modo en que descifra lo que observa y siente. Me refiero al
automatismo que realizamos muchas veces, adoptando ideas de otros como si
funcionaran para todos. Es un bonito ejercicio conocerte, poder elegir bajo tus
valores, aquellos que, junto a tus creencias forman tus modelos mentales: la
forma bajo la que interpretas tu mundo. Eso te hace únic@. A veces pretendemos
que el resto del mundo nos entienda, acepte y respete. Sin duda alguna, eso ha
de empezar por ti mism@. Y es un inmenso camino de autodescubrimiento.
Ayer, en nuestra sesión de coaching grupal de los jueves,
comenté una anécdota que observé por la mañana, en un centro comercial. Os la
comparto:
Una señora que iba con su nieto (ayer no había actividad
escolar), entró regañándole, diciéndole que parara ya de llorar, a lo que la
dependienta interfirió en pro del niño, pronunciando dulcemente que el niño no
estaba llorando. La señora insistió en que lo que hacía era aún peor, que el
niño no paraba de lloriquear (se refería a que se quejaba), jajaja, seguramente
no estaba yendo a los sitios más apasionantes para él… Me llamó la atención el
que la señora no se diera cuenta que eso, justamente de lo que ella se estaba
quejando, era lo que ella estaba haciendo: lloriquear de que su nieto no
tuviera el mismo gusto que ella en elegir lugares…
Da mucha información el ejemplo, ¿no? Cómo nos comportamos,
qué nos gusta de otros, qué no nos gusta… Se trata de coger y girar el espejo hacia nosotros y de ahí
descubriremos mucho de nosotros mismos. Ya sabemos que lo de “pelotas fuera” no
funciona!
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Mi truco para tu éxito, en lo que elijas constructivo: "amor-humor"
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