domingo, 5 de septiembre de 2010

El duelo

¿Cómo aliviar un dolor tan profundo que es capaz de constituir una rotura de los esquemas de tu vida. De tu habitual recorrido, del cómo te explicas la vida. De incluso detener un tiempo de tu vida.
Ya nacemos con una duración, todos comenzamos y acabamos el trayecto. Se trata de no temerlo, más bien de utilizar esta información como una oportunidad, como un aliado que nos motive a darle un sentido a nuestro camino y que lo haga de la forma más amable y enriquecedora. Nuestra vida es totalmente nuestra responsabilidad, me refiero a que no tiene sentido el delegar nuestra suerte, fortuna y sucesos a otros o a situaciones, pues nuestra identidad la forjamos cada día que vivimos, en nuestras experiencias y formas de interpretarlas. Sin embargo, somos seres sociales, no hemos de caer en la trampa de que no nos afecta nuestro entorno ni las circunstancias. Entonces, ¿cómo salir airosos y realizados? Si te enfocas en lo que verdaderamente quieres y vives cada momento el camino por el que ese deseo te va llevando, sea lo grande que sea, o que lo vayas reprogramando, la vida cobra sentido. A medida que experimentas, creces, compartes, vas cambiando tu forma de pensar y sentir…te nutres de tus vivencias.

Quizás te preguntes ¿y qué es lo que quiero? La respuesta la tienes en tu interior, escúchate, todo te facilita el saberlo. Practica el conocerte, el ir hacia tu niño interior, aquél que, por no aceptaba “gato por liebre”.
Cuando un ser querido acaba su recorrido y se separa la materia de su energía, sufrimos un proceso de dolor, fruto del apego que nuestras creencias y cultura nos han proporcionado. Muchos hemos adquirido el aprendizaje de que el amor es posesión, por lo que el sentimiento que procesamos es de pérdida. Este sentimiento se une a la impotencia de no poder hacer nada para cambiarlo, porque nos proyectamos en la negación de aquello que ya viene garantizado en todos los seres vivos. Nos empeñamos en luchar contra lo que la naturaleza nos otorga, en lugar de utilizar cada uno de nuestros momentos para disfrutar de la vida y de todas las oportunidades que tenemos para compartirla. Dejamos de lado nuestros valores, vamos en contra nuestra, ocupamos nuestra energía en “arreglar” las vidas de otros (comentarios, críticas, culpas, quejas…). Caemos en crisis de identidad. Vamos postergando para otro día el sentirnos bien, el ser coherentes con la realidad: lucho, lucho, trabajo, trabajo, aburrimiento, mover las fichas de otros…Parece que para nosotros mismos, siempre tengamos el momento, siempre haya tiempo. Hasta que llega el día de hacer balance y te preguntas, incluso puede que te reproches, la monotonía y falta de interés por tu propia vida. De nada sirve entonces reclamar o inculpar al “vecino”. Se trata de ponerse manos a la obra, y desde ese momento en el que, por fin reaccionas de que tienes el poder de elegir y vivir, versus sobrevivir, todo cambia, pues se acciona desde ti. Nunca es tarde, nunca eres lo suficientemente mayor para lo que desees, sólo has de ser coherente con tu realidad y proyectar tus deseos. ¿Te imaginas todo cuanto podrías hacer si te ocuparas en primera persona de tu vida? ¿Te has dado cuenta de lo fácil que te suele resultar arreglar la de los otros (frente a la tuya)? Quizás si pruebas ser tu amigo, seas un buen compañero de viaje de ti mismo y puedas proyectar esa forma de vida a otras personas que todavía utilicen su energía como un derroche, o incluso en su contra. Aquellas personas que, sin ser conscientes se dan así mismas la espalda.
Quisiera aliviar a aquellas personas que sufren o han sufrido un duelo, en la medida que sea, pues cualquier separación lo puede proporcionar, no sólo la muerte: un divorcio, un hijo que se independiza, un trabajo, la salud (por enfermedad o accidente), un traslado lejos de tu hogar,…
No tengo la varita mágica, sin embargo toda la experiencia adquirida hasta ahora, tanto desde mis propias vivencias, como la de las personas con las que tengo y he tenido contacto, como de los descubrimientos que la ciencia proporciona, me llevan a un querer más allá del sufrimiento. Siento respeto por todas las formas de vida, me nutro de ellas y permito el fluir de mi energía, sin miedo, sin pretensiones. Valoro el poder personal de todas las personas que enfocan su energía en la ilusión de cada nuevo día. Observo el potencial del ser humano y me alienta la magnificencia de la que es capaz, muchas veces con una pequeña sonrisa, una sutil mirada, un gesto.
Hay una metáfora que me compartió una querida amiga: me dijo que cogiera un puñado de arena, que la apretara en mi mano y que observara qué sucedía. Se vaciaba mi mano. Luego me dijo que cogiera otro puñado y que lo sostuviera en mi mano arqueada. Y allí se quedó la arena.
Para mantener y sostener el amor, la amistad, el cariño, no se puede pretender ni la presión ni la falta de libertad (este ejemplo es muy didáctico en un matrimonio o con la relación con los hijos o amistades, casos de relaciones de dependencia), pues escaparán, lo destruiremos. En el caso de un ser querido que marcha, de nada sirve nuestro deseo de retenerlo a costa de nuestro dolor, nos resta nuestro patrocinio, el sentido de nuestra vida, nos resta energía que no regeneramos. Aquello que no tenemos que regatear, ni negarnos, es el mantener ese sentimiento de paz interior con la persona por haber tenido la oportunidad de ser y que hayamos sido uno parte del otro. Seguramente en tu comunicación interior con él/ella, notarás alivio de ternura si te enfocas en lo obtenido y ofrecido, no en su ausencia. Esa comunicación, no tendrá ya fronteras ni geográficas ni temporales, seguirá viviendo en ti.
Te lo dedico con mucho cariño.

2 comentarios:

  1. Que maravillosas reflexiones. Cuando se pierde a alguien querido, amado, el apego es tan fuerte y el vacio tan grande que nos parece mentira poder seguir adelante. Pero llegamos cuando elegimos llegar, y nos vamos cuando decidimos irnos. Tendríamos que celebrar que esa persona ya ha cumplido su cometido aquí y que se va feliz, con una sonrisa en sus labios.

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  2. Gracias! ¿Sabes? Ayer tarde viví en primera persona otro duelo, esta vez con la despedida de mi padre. Nos propinó una maravillosa sonrisa a todos los seres queridos que estábamos acompañándole en su partida, de tal índole que nos meció y recibimos una caricia directa al alma. En esos momentos con su acción tocó la varita mágica de nuestras emociones y las transformó en sosiego y mucho amor...

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