lunes, 17 de mayo de 2010

Hasta luego, Araceli

Con mucho cariño, para aquellas personas que llevan el duelo de Araceli.
Había oído hablar de ella, sin embargo, apenas, en todo el tiempo que se cruzaron nuestras vidas, habíamos hablado tan intensamente como el fin de semana anterior a que se despidiera de su cuerpo material. Volvió a ser energía, puramente energía. Sin calcularlo, en ese encuentro que tuvimos rodeado de nuestras familias, se creó una comunicación en la que volcó tal información, de la esencia que había vivido y que había sentido, que se parecía a viajar junto a ella en un bonito viaje. Esa fue su vida, pues así la percibí desde sus propias palabras: todo amor, fortaleza, dignidad y empeño por sentir, saborear, respetar y sentirse respetada y amada. Un alma muy especial que manejaba trabajos artísticos, manuales y de servicio. El legado que ha dejado a los suyos va más allá de lo convencional, se acerca más a una fuerza interior intangible. Un ser que ha proporcionado a quienes han tenido el placer de conocerla y disfrutar de su presencia, una nueva perspectiva de la vida. Un enfoque que llena y que envuelve de un limpio orgullo por tan sencilla vida, por ser alguien tan especial y llena de coraje. Amiga de los animales, las plantas, la naturaleza, los niños, la familia, el campo, el arte de la pintura…me dijo que, con tan sólo sus manos y su corazón había conseguido cuanto tenía, que no se sentía dependiente, ni deseaba serlo. Recuerdo que me recalcó que no tenía estudios, que eso era un lujo que en su época quizás se lo otorgaran a los hombres. Sin embargo, nada le limitó a llegar tan alto como llegó. Comentó que no le gustaría atarear a sus familiares (ser una carga), que tuvieran que estar pendientes de ella o preocupados por ella…y así fue. Sin duda ha tenido una digna vida en la que sus principales deseos se han realizado.
Desde aquí, muestro mi respeto y empatía a su familia, a la que me gustaría trasladar un sentimiento de sosiego hacia su preciado ser amado. Poner el acento en la vida que llevó con orgullo y satisfacción. Tener conciencia del bien que hizo, al tiempo que le revertió en felicidad propia. Vivió dando y recibiendo cariño, hasta el final de su trayecto en forma humana. Ahora sigue su camino hacia otros lugares, sin embargo, gran parte de ella continúa con vosotros (y muchas otras personas en las que dejó huella), dentro de vuestro recuerdo y corazón.
Gracias Araceli por haber compartido y vivido.
Un abrazo y hasta pronto.

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